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lunes, 1 de noviembre de 2021

Mi paso por el quirófano

 

Por: @CamiNogales


El 17 de julio de 2011 escribí un post en mi Blog que se llamaba ‘Made in Rada’, en el que criticaba las cirugías estéticas, así como la falta de aceptación de los seres humanos que acudían a dichos procedimientos. Sin embargo, diez años después, durante un postoperatorio, les comparto mi experiencia sobre la cirugía que me hice. Esto comprueba, una vez más, que nada es absoluto y la vida es flexible.


Este texto no pretende ser una apología a las cirugías estéticas y mi única pretensión es brindar la información, que me hubiera gustado conocer, antes de tomar la decisión, para someterme a este procedimiento. Empecemos por el principio, la razón que me llevó a hacerme esta mastopexia de reducción – levantamiento y reducción- no es buscar ningún tipo de aceptación externa. Es más, a nadie le importa lo que yo haga con mi cuerpo. Como dicen por ahí: “mi cuerpo, mi decisión”.


Si esto hubiera pasado hace 20 años –cuando quise, pero por motivos económicos no pude -, como consecuencia de mi inmadurez, creería que, con la cirugía, se resolverían mis conflictos internos y todo cambiaría. Pero una cosa es una cosa, y otra cosa, es otra cosa, y eso hoy lo tengo muy claro. Lo hice por sentirme cómoda conmigo misma. Por un tema demasiado personal y también médico en el que no me voy a extender porque aquí lo importante no soy yo, sino el proceso.


Una vez la decisión está tomada y la plata ahorrada, encontré una cirujana, 100 % recomendada. Sabía de antemano que, independientemente del precio que cobrara, no pondría mi vida en riesgo solo por ahorrar unos pesos. Al examinarme, la doctora no tuvo ningún reparo en reiterar que la cirugía era necesaria, me pidió unos exámenes y hablamos de una eventual fecha, que sería entre noviembre y diciembre.

Sin embargo, me hice los exámenes ipso facto y, durante dos noches de conversación con mi almohada, en las cuales me persiguió el fantasma del arrepentimiento, decidí anticipar todo el proceso porque el que piensa, pierde y, en este caso, perder no era una opción.

 

La cirugía


La peor tortura de una cirugía es estar en ayunas y no saber hasta qué hora se probará el primer bocado de comida. Obviamente hay que ir acompañado y, lo más importante, salir con ese acompañante. La cirugía tuvo una duración de 4 horas y media. Cuando desperté de la anestesia, me contaron que fue compleja, no entendí la razón, ni me importaba, solo quería tomar el caldo de pollo del que escuchaba hablar.


La primera noche es bastante difícil porque, desde entonces y por un tiempo prolongado,  hay que dormir boca arriba con muchas almohadas o cojines debajo. Uno sale con dos drenes –tubitos en los que se canaliza la sangre de las heridas - los cuales generan incomodidad y solo se retiran cinco días después. La anestesia tuvo efecto contrario y me dejó con adrenalina arriba, lo que me impidió pegar el ojo en toda la noche.


Tomé antibióticos durante diez días. También me recetaron Dólex, pero no hubo dolor, así que no fue necesario tomarlo. Lo cierto es que sí necesitaba ayuda para pararme de la cama e ir al baño. Al día siguiente, fui a control, estaba cansada y con dolor en la espalda. Duré dos días sin bañarme y sin poder moverme mucho. La ayuda y compañía de mi mamá fue fundamental en esos días. 


Cada noche dormía un poco más. Pero hoy, en el día 12, ya duermo en dos fases, a pesar de la incomodidad de hacerlo boca arriba.Al tercer día, ya es posible bañarse envolviendo todo lo que uno tiene, gasa, brasier y venda en Vinipel, y con mucho cuidado. A veces se sienten leves punzadas por el restablecimiento del tejido y la cicatrización. Lo demás, son efectos propios de cualquier cirugía.


El día sexto fue otro avance considerable: me retiraron los drenajes. Ya me sentía en libertad. A diario me hicieron curaciones y me envolvíeron con gasa, brasier postquirúrgico y venda. Esta última, para evitar cualquier movimiento fuerte en los taxis, por cuenta de los huecos bogotanos.  Cabe anotar que hay que ponerse, en la parte de arriba, solo blusas o chaquetas de cremallera o botones para evitar subir los brazos.


Cada día hay un avance, se pueden estirar un poco más los brazos y dar un paso adicional sin ningún tipo de ayuda. Para lavarse el pelo, es mejor ir a la peluquería porque, aunque es inconsciente, esa fuerza puede perjudicar el proceso de recuperación. El día 10 me retiraron puntos intermedios, pero hasta dentro de semana y media me quitan los demás.


Es recomendable caminar y comer saludable para que la cicatrización sea la adecuada. El gimnasio debe esperar mucho tiempo porque no es posible hacer ningún tipo de fuerza. Este es un proceso gradual, de mucha paciencia.


En el día 11 intenté manejar, pero el movimiento del timón me costó trabajo, así que esperaré unos días más. Ya estoy de vuelta en mi casa, cuidándome, sin hacer esfuerzo, pero ya me puedo valer por mi misma. Obviamente necesito ayuda para algunas cosas, pero lo básico lo puedo hacer sola sin problema.


Sobre la cirugía en sí, quiero decirles que esta cirujana es una maga. El cambio es radical. Dios bendiga sus manos por lo que hizo conmigo y lo que hace con los demás. Tiene una mano muy suave y prueba de ello es este postoperatorio que, contrario a lo que pensé, no fue doloroso.


Este es un tema de salud física y mental, y, por eso, le estoy gratamente agradecida, a ella, a su equipo de trabajo y a quien me la recomendó, porque ellos, con su trabajo, cambian vidas. Aún falta mucho tiempo en este proceso de recuperación y, por esta razón, este post continuará cuando tenga más avances para contarles. De igual forma, si tienen preguntas, no duden en hacérmelas. Lo cierto es que mi postura está mejorando y ya empiezo a pensar en ropa que, por obvias razones, no compraba y que, ahora, sí podré lucir. Aunque parezca frívolo...no lo es.