Por: @CamiNogales
Este post nace como una necesidad de desahogo ante determinadas situaciones que han generado, en mi, un cansancio excesivo. Estos días no han sido los mejores por cuenta de la prolongación de la pandemia, el estallido social, la falta de socialización y de esos problemas que nunca faltan, en fin…Todo este cúmulo de situaciones desencadenó en una especie de fatiga crónica y un halo de intolerancia hacia determinadas circunstancias.
La primera, como lo anoté anteriormente, es esta pandemia. Estoy mamada de ver las cifras del Ministerio de Salud sobre casos y muertes diarias, las cuales no son nada alentadoras. Esto ha producido una paranoia que limita las libertades y sale muy costosa. Se perdió el derecho a estornudar y a tener dolor de cabeza libremente. Uno solo de estos síntomas cuesta alrededor de $300.000. Uno paga dicha suma por la pérdida de la virginidad de ambas fosas nasales, a través de la prueba PCR, vía para corroborar el acecho de este virus en el cuerpo.
Por la EPS esta prueba saldría más económica, pero se corre el riesgo de que el resultado llegue el día en que, en Colombia, alcancemos la inmunidad de rebaño. El temor y tristeza que producen miles de historias, con finales trágicos, lo convierten a uno en hipocondriaco que, al primer dolor de cabeza, procede a redactar su testamento.
Los ‘seres espirituales y de luz’, con ínfulas de superioridad moral, me tienen mamada. Creo en la meditación, en la espiritualidad y en todas las terapias médicas que conduzcan a superar lo que no nos hace sentir bien, pero no soporto a esas personas que se creen superiores porque meditan, fungen ser felices a toda hora y presumen tener una energía superior a la de cualquier mortal. De ser así, no me explico por qué estos 'seres de luz' comparten este plano terrenal, con nosotros, los oscuros mortales.
Hablar de política en un país polarizado es imposible. Los parentescos y las amistades pasan a un segundo plano porque los adeptos de ambos extremos asumen ser más inteligentes que los demás por cuenta de sus preferencias políticas. Sus contrarios, a su juicio, son unos completos ignorantes, con un déficit significativo de coeficiente intelectual. Esta falta de respeto y exceso de polarización hacen de las reuniones sociales un campo de batalla de alta tensión. El silencio, en medio de tanta testarudez, es la mejor opción.
Pero ojalá la polarización se redujera solo a la política. Las discusiones y los insultos vienen también de aquellos que creen que James Rodríguez debe estar en la Selección Colombia y quienes aseguran lo contrario. De los que creen en las vacunas y los que no…Hasta el reggaetón polariza. Así las cosas, las conversaciones, sin distingo de tema, se transformaron en un deporte de alto riesgo.
Amo las redes sociales aunque, en su mayoría, son un culto al ego. Con filtros y mensajes de optimismo y motivación, sus usuarios se alejan de la vida real. Esa que tiene altibajos, éxitos, fracasos, aprendizajes, alegrías, tristezas, días buenos, regulares, malos...Instagram es un derroche de filtros que simulan belleza, felicidad, éxito y prosperidad. Twitter es más real. A pesar de que en esta red predomina la soberbia intelectual, se percibe gente de carne y hueso, con los ires y venires propios de la vida.
Pero lo que más mamada me tiene es el clima de Bogotá. Me asomo por la ventana, veo el sol, salgo a calentarme y empieza a llover. Las noticias también me tienen saturada pero mi ‘deformación’ profesional de Periodista, me impide vivir sin ellas. Vivo conectada a las redes, leo periódicos, escucho noticias, veo noticieros…soy una adicta y, lo peor, es que no estoy en proceso de recuperación, ni planeo estarlo.
Estoy mamada de no poder ir a un concierto, de sufrir con la Selección Colombia, no abrazar a mis seres queridos, no ver a mis amigos, del tapabocas, de Bogotá, los bloqueos, la delincuencia, la inseguridad, estoy mamada de estar mamada y de este post de mi Blog que parece un buzón de quejas y reclamos.