Por: @CamiNogales
A pesar de que conocemos el significado de la palabra empatía (capacidad que tenemos de ponernos en el lugar de alguien y comprender lo que siente o piensa), la gran mayoría de seres humanos gozamos de esta incapacidad y, por el contrario, en lugar de entender a los demás, rechazamos todo lo que hace el prójimo porque, a nuestro juicio, nosotros siempre lo haríamos mejor.
Nos cuesta mucho aceptar los logros de los demás y, mientras no sean nuestros, siempre serán objeto de crítica. Nadie conoce la gestión de la Primera Dama, María Juliana Ruiz, solo lo que lleva puesto en cada evento y ahí es donde sale nuestra asesora de imagen interna para decir que siempre está inadecuadamente vestida para la ocasión. Me pregunto si todos nosotros, quienes criticamos, adalides de la moda, estamos todos los días vestidos acordes con la actividad que estamos llevando a cabo.
Angelina Jolie vino a Colombia, como embajadora de Acnur, y lo único que recibió, de parte de nuestra nutricionista interna, fueron críticas por su aparente desnutrición. Por andar especulando de su potencial anorexia, ni nos enteramos de cuál fue el verdadero motivo de su viaje.
Malo si Taliana Vargas sube fotos dándole teta a su hija y, si no lo hiciera, también. Estas calificaciones siempre van acompañadas de un moralismo de nuestra parte: “yo sería incapaz de subir algo así”. Porque no nos basta con criticar, sino con afirmar que nuestra conducta siempre será superior a la de los demás. Ahora nadie recuerda lo que nos hizo vibrar Juan Pablo Montoya en su carrera automovilística, solo ven que tiene más pelo que antes y muchas canas y, por lo tanto, es objeto de burlas.
Es que somos más técnicos de fútbol que Carlos Queiroz, más politólogos que Pedro Medellín, más futbolistas que James Rodríguez, más diseñadores que Silvia Tcherassi, más escritores que Juan Gabriel Vásquez, más cantantes que Shakira y más reggaetoneros que J Balvin.
Nos cuesta mucho reconocer los logros ajenos:
-“Cómo ha adelgazado”.
-“Pero está muy flácida, parece una gelatina”.
-“Se conserva bien”.
-“Pero está llena de bótox”.
-“Es querido”.
-“Pero hediondo”.
-“Se volvió exitoso”.
-“Pero está igual de ñero”.
La respuesta a un logro ajeno siempre estará encabezada con un “pero”. Si vamos a un matrimonio, parecemos “Fashion Police”, rajando de los vestidos de los demás; en un restaurante, criticamos la comida de los otros: es que no come nada, por tragar así está como un marrano; no respetamos ni los duelos ajenos porque, si llora malo y si no lo hace, también; en el trabajo todos la cagan, menos uno. Que si subió una foto, si le puso filtro o no…en fin, todo está mal.
Si yo fuera, si yo hiciera, si yo, si yo...así es el ego, el que distorsiona la realidad haciéndonos creer que “todo lo del pobre es robado”.
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