Por: @CamiNogales
Hoy es un día para agradecerle a esa mujer que no solo limpiaba mi colita, sino que le tocaba desinfectar y lavar mis pañales de tela. La que me pegó la primera vez que grité ‘hijueputa’ porque me pareció una palabra sonora y acorde con el momento de mi caída de un butaco y, lo peor, es que, desde entonces, se convirtió en un mantra en mi vida.
Esa que se recorría a pie todos los colegios que quedaban más allá del tercer puente, en tiempos en que Transmilenio no existía, rogando para que me recibieran en uno de ellos.
La que me decía que yo era muy inteligente, a pesar de que ocupaba el puesto 24 en el salón, de un total de 27 alumnos, y las únicas materias que aprobaba eran Inglés, Español y Matemáticas.
La que hacía caso omiso de mis palabras cuando yo le decía que no quería estudiar. La que me lidió no solo mis ‘tusas’, sino mil y una borracheras, y aún así confiaba en que yo iba a cambiar. Esa señora que sufría cuando yo salía a la tienda porque sabía la hora de salida, pero desconocía la hora de llegada.
La que hacía caso omiso de mis palabras cuando yo le decía que no quería estudiar. La que me lidió no solo mis ‘tusas’, sino mil y una borracheras, y aún así confiaba en que yo iba a cambiar. Esa señora que sufría cuando yo salía a la tienda porque sabía la hora de salida, pero desconocía la hora de llegada.
Esa que se angustiaba de ver mi aumento sistemático de talla y de peso por cuenta del exceso de 'guaro', 'ron' y sus derivados, y de tomarme la sopita con juicio. Por eso, hacía dietas conmigo con tal de que yo bajara esos cuantos 'kilates' de más. La que, después de mis fracasados intentos por ser profesional, no se rindió y me consiguió una nueva universidad donde, por fin, logró su objetivo. Y sí, aquí donde me ven, soy profesional, gracias a su persistencia.
La que ha sido testigo de mis altibajos en mi vida profesional, laboral y sentimental, de mi puto genio, de mis chistes malos, y un ejemplo de discreción y decencia, lamentablemente, no adquirido.
Fue mi público más fiel cuando me paraba en open mics. Ella es mi Mac Giver, mi Jorge y Mark Rausch al mismo tiempo porque hace la mejor comida y las mejores tortas. Es buzón de quejas y reclamos diario, la mejor enfermera, mi fracasada asesora de imagen porque nunca le hago caso, mi cura de confesión, y mi Marie Kondo, cuando de arreglar ropa se trata. A pesar de ser la peor copiloto en el carro, es la gerente del mejor hotel del mundo: el Hotel Mamá.
Fue mi público más fiel cuando me paraba en open mics. Ella es mi Mac Giver, mi Jorge y Mark Rausch al mismo tiempo porque hace la mejor comida y las mejores tortas. Es buzón de quejas y reclamos diario, la mejor enfermera, mi fracasada asesora de imagen porque nunca le hago caso, mi cura de confesión, y mi Marie Kondo, cuando de arreglar ropa se trata. A pesar de ser la peor copiloto en el carro, es la gerente del mejor hotel del mundo: el Hotel Mamá.