Por: @CamiNogales
Las
noticias de maltrato a la mujer, violencia intrafamiliar y feminicidios son pan
de cada día que, obviamente, deben ser rechazados categóricamente. Pero nunca
se ha hablado del complejo trasfondo que hay, en el contexto de una mujer,
cuando permite que esto ocurra.
Lo
digo con conocimiento de causa de mujeres que han permitido que sus parejas las agredan física,
verbal y psicológicamente. Recuerdo a alguien a quien su novio maltrataba y
cuando un amigo intervenía para evitar que la agresión continuara, ella clamaba
para que no intercediera, argumentando que se trataba de un problema solo de la
pareja. Al día siguiente, su novio era el mejor porque le compraba la pomada
para el ojo morado y le ponía hielo en su labio hinchado, entre otros.
También
conocí a otra a la que novio que se conseguía, novio que le pegaba, lo cual nunca entendí. Lo más raro del asunto es que, quienes fueron sus parejas, en ese entonces, nunca habían actuado de forma similar con sus exnovias. Esto me
hacía preguntarme qué era lo que ella hacía, consciente o inconscientemente, para
que siempre se repitiera la misma historia.
La
violencia de un hombre hacia una mujer no aparece de forma intempestiva, pero
las mujeres, por temor, por apegos o por las razones que sean, no se atreven a
tomar decisiones oportunas, hasta que llega el momento en que la situación se
vuelve irreversible.
Todo
empieza con insultos, faltas de respeto, propiciadas no solo por el hombre porque
debemos reconocer que nosotras, a veces, también perdemos el control. Aclaro
que no digo, de ninguna manera, que no repudie la violencia contra la mujer,
obvio que sí lo hago y categóricamente, pero lo cierto es que estas agresiones
no ocurren de un día para otro y hay muchas señales que nos anticipan lo que va
a suceder.
La agresividad
no se puede ocultar y, por lo general, las denuncias ocurren solo después de
varias ‘golpizas’ o de desenlaces trágicos. Aunque existe el temor para denunciar,
la mayoría de veces las mujeres no lo hacen porque creen estar enamoradas del
agresor y siguen permitiendo que esto se repita hasta que la situación se vuelve insoportable.
Sin
embargo, quienes están seguras de sí mismas, a la primera agresión, son capaces
de cortar todo de raíz, aunque no hay que juzgar a las que no lo hacen. La
permisividad de ellas radica en la relación que hayan tenido con su papá. Por
lo general, quienes han sufrido de abandono, indiferencia o maltrato por parte
de su padre, relacionan el amor con lo que recibieron de esta figura paternal y
tienden a buscar y a encontrar, inconscientemente, las mismas conductas en los
hombres que escogen como parejas.
Toda
esta información impide que la persona, a pesar de su conciencia de la
dificultad de relación en la que está envuelta, no es capaz de acabar con eso que
le está haciendo daño. Esto es como el gordo que tiene clarísimo que, para
adelgazar, debe hacer dieta, pero sus conflictos psicológicos le impiden actuar
al respecto.
Es
mucho más complejo de lo que parece. Por esto, las denuncias que hagan sobre
este tema en particular, no solucionan la problemática de raíz. Es
indispensable una terapia psicológica para la ‘agredida’ y también para el ‘agresor’
que, en algunos de los casos, repite inconscientemente lo que vio en su casa.
“Porque
te quiero, te aporreo”, esa es la información que muchas tienen en su subconsciente
y por eso, una vez adultas, aún tienen la posibilidad de trabajar en la
superación de esos traumas de la niñez que les ha impedido conseguir a una
pareja que realmente las ame y que esté a la altura de lo que cualquier ser
humano merece: amar y ser amado incondicionalmente.
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