Por: @CamiNogales
Pensé mucho en escribir el titular de este post, pero la verdad no encontré otra palabra más acorde con este sentimiento poco grato que nos acompaña a los seres humanos en algunos momentos de la vida.
Esa es la visita más impertinente que podemos recibir porque nunca la invitamos, pero igual no le importa y se aparece. La palabra malparidez no forma parte de la Real Academia Española, RAE, pero no necesitamos saber su significado para conocer lo aburrido que es tener un estado de ánimo que no elegimos.
La principal característica es que no hay un detonante en concreto que la cause, simplemente es no querer saber nada de nadie sin motivo alguno. Hace calor y queremos frío; los casados, quieren estar solteros; los solteros, casados; los desempleados, empleados, con el agravante de que estos últimos pelean contra su trabajo. Ese grado de inconformidad es pasajero porque sí, pero si se vuelve una constante, estaríamos hablando de una malparidez crónica.
Conocí a alguien que sufría de este tipo de malparidez, no terminaba de abrir los ojos y peleaba contra el mundo porque sí, porque no y porque también. Si era lunes, era malo; si era viernes, también; y si era domingo, era peor. Se las arreglaba todos los días de la vida para que la malparidez no se fuera de su lado y lo lograba.
Lo mejor de la malparidez, analizando a este personaje, es que atraía situaciones similares a su estado de ánimo y su vida era un círculo vicioso de hechos negativos. Todo lo malo llegaba a su puerta sin el menor esfuerzo, lo que generaba en él y en su entorno más malparidez.
Hacía un negocio, predecía que lo iban a tumbar y fijo, al otro día lo tumbaban. Anticipaba cachos de su pareja y, más temprano que tarde, le pegaban tremenda ‘cachoneada’, decía que le iba mal en el trabajo y hacía hasta lo imposible para que así ocurriera. En fin su vida estaba rodeada, por obvias razones, de ‘malparideces’ y por supuesto de ‘malparidos’.
La malparidez es un estado de ánimo inherente al ser humano y después de hablar con unas amigas, me sentí menos mal porque a ellas se les manifiesta de forma parecida a mi. Aunque tenemos el clóset lleno de ropa, no encontramos nada que ponernos; nos sentimos gordas, el maquillaje no surte el efecto que queremos, tragamos todo lo que engorda como si no hubiera un mañana, nos volvemos paranoicas y sentimos que todo el mundo está conspirando en nuestra contra, nos miran y creemos que no lo hacen con buenos ojos, sino hablando del gordo que se nos marca, puteamos al que tenga la mínima intención de acercarse, creemos que hasta los que más nos quieren, ya dejaron de hacerlo, odiamos lo que más amamos y no nos hallamos en ningún lado.
Afortunadamente la malparidez es pasajera y recordando a este peculiar personaje, lleno de negatividad, tenía malparidez, pero por el particular desenlace de sus historias, ninguna positiva, he decidido mandarla al lugar que corresponde y hacer caso omiso de su visita. Como dicen por ahí: “es mejor dejarla ir”.
Además, qué tal que quien creemos que nos está criticando, nos esté admirando; que en lugar de gordas, nos veamos las más ‘mamacitas’, que no todo el mundo traiciona, que hay amigos, personas sinceras que aman y que la ropa se nos vea divina.
La malparidez es nociva para la salud, engorda, envejece, embrutece, ensordece, entristece, acaba con las neuronas, con el colágeno, con la belleza…pero es tan humana que hay que dejarla ser pero eso sí hay que cuidarse que se vuelva crónica como la del personaje aquel, cuyo nombre no quiero acordarme.
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