Por: @CamiNogales
Son pocas las personas que realmente
están a gusto con su trabajo, pero tampoco pueden darse el lujo de dejarlo
porque lo que necesitan para sobrevivir. Eso es lo triste del tema, la vida es
una y solo nos dedicamos a sobrevivir, en lugar de vivir.
Aunque pareciera que estuviera
parafraseando a Jorge Duque Linares, esta es la pura realidad. Cantantes,
profesores, actores, bailarines, policías y comediantes eran algunos de
nuestros sueños que abandonamos por seguir una carrera profesional ‘digna’. Sin
embargo, esas frustraciones salen a relucir a cualquier hora, momento o lugar.
El éxito de los karaokes radica en la
frustración de todos aquellos que soñaron con cantar y se dedicaron a un mundo
opuesto. Y es allá, donde, con unos tragos en la cabeza, se les sale el Carlos
Vives o la Shakira que llevan dentro y cantan con el alma como si fueran
protagonistas de un concierto en el Madison Square Garden. Claro que esto
también se repite en la ducha, en conciertos, en la casa, en el carro o en
cualquier lugar donde el frustrado canta como si fuera la última canción de la
vida.
Las ganas de pararse frente a un
tablero y enseñar, mueren en el mismo momento en el que crecemos, buscamos
trabajo y nos damos cuenta de esos sueldos tan miserables que ganan los
profesores en Colombia. La vocación llega hasta donde el dinero lo permite y esa
es la principal razón de la huida, la cual se pone solo en práctica con los
niños de la familia.
Ser actriz o actor de teatro es el
sueño que se acaba en el mismo momento en que nuestros padres dicen que debemos
ser alguien en la vida, lo que significa que Leonardo Di Caprio, Hillary Swank
o Charlize Theron, entre otros, no son nadie.
Pues ya quisiéramos ser nadie como
ellos, pero a quienes caímos ante semejante amenaza nos tocó coger otro camino
y ser alguien, con mucha menos plata que los citados anteriormente. Así que
nuestro talento histriónico toca aplicarlo en el trabajo, en la casa y con
nuestras parejas que es con quienes desarrollamos realmente esas capacidades de
gritar, llorar y reír, todo en menos de 10 minutos.
Bailar es un arte que se convirtió en
profesión, camino que los reprimidos, a los que les encanta, no fueron capaces
de tomar. Esos son los que llenan las clases de rumba de los gimnasios y
confunden las sillas de los bares con tarimas. Mueven el esqueleto como si no
hubiera un mañana y, al despertar al día siguiente, amanecen con desgarros,
espasmos y demás lesiones musculares.
Que levante la mano el que no soñó
con ser Policía y con portar ese uniforme, pero le faltó decisión para servirle
a la comunidad. Cuando eran niños, querían agarrar a los malos y luchar por la
justicia, y ahora que son adultos, los consideran sus victimarios. Ellos son el
“costeño tenía que ser” de las profesiones porque siempre serán los culpables cuando
detienen a alguien conduciendo ebrio, ponen orden a cualquier alteración del
orden público o cogen a un ladrón.
A los que quisieron ser futbolistas y
se conformaron con jugar banquitas en el barrio y juegan en canchas
sintéticas, lamento informarles que ahora los más millonarios y cotizados en el
mundo son los futbolistas. Ellos se contentan en su cama viendo partidos y
tirándoselas de directores técnicos, criticando a los futbolistas por jugadas
obvias que ellos sí podrían hacer.
Los comediantes frustrados son los
que hacen chistes bobos a sus amigos, compañeros de oficina y familiares todo
el día, cual estudiantes de bachillerato en pleno salón de clase. Lo que ellos
no supieron es que ahora es posible formarse, hacerlo y ganarse un 'platal' por
presentación como ha ocurrido con unos cuantos.
Lo cierto es que ahora los frustrados solo lo son porque así lo eligieron, pues cualquier camino que se tome siempre será rentable si hay disciplina y
vocación.