Por: @CamiNogales
Dicen
que ser ama de casa es el oficio más desagradecido del mundo, pero aunque estoy
de acuerdo, hay otro que le hace competencia en lo ingrato: el ejercicio.
Obviamente trae miles de beneficios para la salud, pero no importa si lleva
toda una vida haciendo deporte, sólo basta con que deje varias semanas o meses
de practicar dicha actividad, para que sienta que nunca lo había hecho en su
vida.
Eso
me pasó este año. Dejé diez meses de ir al gym y, cuando decidí reiniciar, lo
hice en una clase de Yoga donde me di cuenta que parecía una muñeca de caucho,
pero oxidada. Todas estas facultades de flexibilidad, adquiridas con los años
en clases de yoga, stretching y pilates, simplemente ya no existen. Lo peor es
que había señoras de edad que hacían los ejercicios mejor que yo y a mí me tocaba
acudir a la forma simple de cada una de las posturas y, obviamente, en un
número menor de series a los demás asistentes de la clase.
Pero
bueno, ya estoy acostumbrada a que esto me ocurra en la vida. De la niña que
era una ‘dura’ jugando tennis, no queda nada y por eso no me gusta ni contarlo.
¿Quién me va a creer que fui campeona de tenis si cuando cojo una raqueta y una
bola parezco, más bien, Édgar Rentería? Sí, el resultado es que la bola, si
estoy de buenas, llega a la otra cancha, pero si no, sencillamente, como si
estuviéramos en el Triángulo de las Bermudas, desaparece. Así que quedé con más
pinta de beisbolista que de tenista.
De
la niña que patinaba todos los días al frente de la casa, que hacía el ángel,
la vuelta campana y patinaba hacia atrás en patines de cuatro ruedas, queda hoy
una adulta que tambalea subiéndose en patines en línea y, al lograrlo, termina aferrada
a una baranda.
Retomando
el tema del Gym, lo peor fue el día que volví a hacer spinning. Como es
costumbre, en cualquiera de estos lugares siempre me encuentro con gente que he
conocido en otro gimnasio. Eso me pasó con el profesor que me reencontré en mi
nuevo gym y me exigió igual que antes. Lo que él no sabía era que llevaba casi
un año sin hacer ejercicio y que, cuando lo conocí, estaba en el tercer piso.
Ese día alcancé a ver a mi abuela llamándome al otro lado del túnel.
Coincidió
que, por esos días fue la entrevista de Lance Armstrong, criticado por todo el
mundo, menos por mí porque, realmente, sentí la necesidad de consumir EPO para
poder terminar la dichosa clase y llegar a mi casa con vida.
La siguiente
clase me fue mucho mejor, no precisamente por mejorar mi rendimiento físico. Tampoco
conseguí el EPO por tratarse de una mezcla de sustancias muy sofisticadas, sino
que cada vez que el profesor decía que le aumentara la resistencia yo simulaba
hacerlo. Por lo tanto, terminé la clase sin una gota de sudor y quedé lista
para otra, como en los viejos tiempos.
Pero la modalidad de Body Combat logró lo que, hasta el momento, otras clases no habían hecho
conmigo y fue despertar mi buen estado físico. Creo que mi instinto agresivo
fue el que logró que, a punta de puño y pata, sudara y sacara toda la
adrenalina que hay dentro de mí, que no es poca, aclaro. Ahí sentí que volví a
nacer, sensación que me duró poco menos de tres minutos después de acabar la
clase, cuando se me fueron las luces.
Ahora
ya nada es como antes. Uno ya no puede ajustar su vida al horario de clases,
sino al revés. Así que, basada en esta realidad, tuve que asistir a una clase
de “Súper ABS” y yo me pregunté a mí misma qué tenían de súper las abdominales
y mi respuesta la reconfirmé al finalizar la clase: nada. Yo lo que no entiendo
es cómo en 1 hora que equivale a 60 minutos es posible inventarse tantas clases
de abdominales para repetir en series de 30. Lo que destaco del profesor es su
creatividad y la forma de prolongar el tiempo porque esa hora parecen dos y, lo
peor, es que sigue siendo una.
Otra
de las desventajas de dejar de hacer ejercicio es que los músculos que, después
de tantos años de esfuerzo, se habían logrado tonificar, hoy parecen una
gelatina. Así que vuelve y juega. Pero bueno, seguiré trabajando por recuperar
mi estado físico, lo que me preocupa es que, cuando me esfuerzo un poco más de
la cuenta, me da un hambre incontenible…muy difícil de aguantar, pero no tengo
alternativa diferente si quiero ver resultados y volver a ser una deportista
consumada.