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domingo, 17 de julio de 2011

Qué oso


Antes de empezar a escribir, titulé este Blog, ‘Una Fan Enamorada’. Sí, de la misma forma en que Servando y Florentino titularon su canción, esa que dice: "Una fan enamorada, está esperando tu atención y tu mirada, y le confiesa su pasión por tí a la almohada". Sé que sólo los más democráticos, musicalmente hablando, sabrán quiénes son ellos ("Salserín con mucho swing").

Pero bueno, volviendo al tema, al recordar algunas historias que voy a escribir me avergoncé de las mismas, motivo por el cual decidí cambiarle el título a ese post. Una cosa es vivirlo a eso de los 15 años, y otra contarla a los treinta y pico. Pero bueno, lo haré, aunque ya estoy roja y parezco un tomatico de la pena. Lo que me alienta a hacerlo es que no sé quiénes me leen, así que podré mirarlos a la cara, en caso de que me los encuentre, casualmente, en la calle.
¿Recuerdan ‘Una Aventura Llamada Menudo’? En el último párrafo, les quedé debiendo un par de historias similares y como soy mujer de palabra, aquí voy. Después de tantos rodeos, les cuento que otro de mis amores adolescentes fue ‘Hombres G’. Esos españoletes que se volvieron famosos en Colombia, cantando “sufre mamón, devuélveme a mi chica” o “suéltate el pelo y luego si quieres el sujetador”.

De esta agrupación ibérica, coleccioné todos sus discos y con mi mejor amiga de la época, con quien compartíamos los mismos gustos, nos tomábamos una botella de Ron Viejo de Caldas con Coca Cola, con Hombres G de fondo y entonábamos sus canciones. Bueno, entonar es un decir, para serles franca, las desentonábamos.

Así las cosas, fuimos a un concierto en la Plaza de Toros y una amiga de ella nos dejó verlos desde la zona VIP. Quedamos justo debajo de Danny, el guitarrista, a quien le gritamos todo el concierto. “¡Danny, Danny!” Finalmente, después de tantos gritos, él le picó el ojo al vacío o a lo mejor tenía un tic, pero juré que me había picado el ojo a mí. El caso es que salí del concierto enamorada, ya no de David Summers, el cantante, sino del guitarrista.

Luego, asistimos a un concierto gratuito en el Parque Simón Bolívar del que salimos huyendo porque había demasiada gente y no veíamos nada, con el agravante de que quedamos inmersas en un hedor de quienes levantaban sus brazos a nuestro alrededor, que ni les cuento.

Cuando nos íbamos, nos tropezamos con la buseta que los transportaba y se nos ocurrió una magnífica idea. Pues mi amiga y yo les mandamos una nota en la que les dejamos nuestro teléfono con el conductor. Gracias al alzheimer no tengo ni idea qué más decía el mensaje. Luego llegamos a mi casa a contarles nuestra aventura a mi mamá y mi hermana. Ellas sólo se reían y nos decían que fijo nos llamaba el chofer de la buseta. Lo más triste es que ni siquiera eso pasó.

Ellos se iban a España y no sé cómo nos averiguamos la hora del vuelo. El hecho es que les caímos en el Aeropuerto. Nos les pegamos, tampoco sé cómo. Apenas ví a Danny, me le presenté y le pregunté si no se acordaba de mí. Él me respondió, descarnadamente, con un no. Yo le dije extrañada: “Pero tú me picaste el ojo en el concierto”. Él sólo se rió.

Luego se perdió el equipaje de David, pero al rato apareció. Esta fue una ventana de oportunidad para felicitarlo con abrazo y beso. Y así fue. Cuando se iban, se despidieron, David me iba a dar el beso en la mejilla y yo le volteé la cara, y le dí el pico en la boca. Luego, mi amiga y yo nos quedamos pegando la cara en el vidrio de Inmigración, mirándolos con el ojo aguado, hasta que desaparecieron.

En otra oportunidad fuimos a un concierto de Ricky Martin y Miguel Mateus. Cuando entramos, en medio de la multitud, nos perdimos. Lo cierto es que empezó a cantar Ricky Martin y yo ví que unas viejas se desmayaron y las sacaron en camilla. Según mis cálculos, desde el lugar al que las llevaban se podía ver de cerca el concierto y, además, el cantante puertorriqueño bajaría por ahí, así que lo conocerían.

Después de hacer este análisis, me hice la desmayada. En efecto, me sacaron en camilla, pero me llevaron a un lugar donde no veía nada y, contrario a lo que pensaba, no tenía ningún acceso a la tarima. Resignada levanté la cara para ver quién estaba por ahí y para mi sorpresa, al frente estaba mi amiga, que había hecho lo mismo que yo, con igual resultado.

Hace unos años fui a un concierto de Fito Páez en el Ástor Plaza. Era la presentación sinfónica de ‘Naturaleza Sangre’. No conseguí con quién ir y fui sola. Eso era lo de menos. En un momento en que el cantante argentino se quedó callado, se me salió y le grité: “¡Papacito!” Él respondió: “¡Mamacita!” De repente, sentí miles de ojos que me observaban y muchas risas de fondo. En ese momento, mi cara empezó a arder. Lo cierto es que no me acordaba que estaba sola y se me chispoteó.

Todavía me queda una historia, pero no se las voy a contar. Hay que dejar algo a la imaginación. Creo que estas son suficientes para que se ilustren de los osos que puede hacer ‘Una Fan Enamorada’ en su adolescencia. La otra me la guardo para mí misma y quienes estuvieron conmigo. Sigan siendo felices, Camila les dice (qué originalidad de cierre, ¿no?)

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