En medio de este letargo en el que me encuentro decidí escribir este post. Pero mis pensamientos están algo confusos y este adormecimiento que siento posiblemente me impida escribir algo lúcido. Sí, tengo gripa y qué. Aunque sé que no me voy a morir de esta enfermedad, mi cuerpo actúa como si mis horas estuvieran contadas.
Cuando cierro los ojos veo la luz del túnel, pero mi abuelita se asoma y me dice que este no es el momento, debo cumplir una misión y quedarme acá más tiempo. ¿Cuál será? A corto plazo, tengo varias misiones: sonarme, dormir, tomar jugo de naranja y quejarme.
Sin embargo, no me dejo morir. De sólo pensar lo que pasaría si me muero antes que mi mamá y mi hermana, me hace sobreponerme a cualquier enfermedad, por grave que parezca. Lo que verdaderamente me preocuparía de irme antes que ellas es lo que podrían hacer conmigo, una vez esté en estado de total indefensión.
A ellas nunca les ha gustado mi forma de vestir, así que las dejaría en libertad para hacerlo en la funeraria. Tan sólo imaginarme el hábito de monja que me pondrían en el ataúd o ese sastre grueso que me regalaron con motivo de mi grado, basta para reponerme a cualquier adversidad que deba enfrentar mi cuerpo. Noooo, ese ‘papayazo’ no se los doy por nada del mundo.
Esa es la principal razón que tengo para salir adelante, a pesar de esta gripa que quiere matarme. A propósito de este virus, muy común entre nosotros, especialmente, ahora que ‘La Niña’ anda feliz en Colombia, quiero decirles que esta es la enfermedad que va en contravía de cualquier vanidad femenina. Los días que uno está así es mejor salir de circulación porque corre el riesgo de perder a los pocos amigos que tiene o de destruir matrimonios.
Ojeras, nariz roja, palidez, ojos caídos, en fin…lo peor es que nada se corrige con el maquillaje, pues si lo hacemos corremos el riesgo de parecernos Morticia Adams porque, gracias a este virus, ni el maquillaje nos pega. Además, las pintas, en mi caso, son particulares, pues a mí no me gustan las chaquetas, ni las bufandas. Como no me gustan, no tengo muchas. Así que, cuando estoy enferma, parezco disfrazada. Me pongo el veintiúnico saco grueso, con una chaqueta, una bufanda prestada, el pantalón de sudadera, unas medias, en fin…ya se imaginarán. Lo peor es que parezco un arco iris porque nada sale con lo otro.
Pero no sólo se trata del aspecto físico, sino que después de toda la ola que se regó por cuenta de la gripa AH1N1 están quienes no disimulan y lo miran a uno como un virus ambulante y evitan cualquier tipo de contacto. Otros más directos simplemente le piden a uno que se aleje. Además de enferma, deprimida y aislada…no hay derecho.
En caso de tener novio o marido, ni se le ocurra insinuársele porque en lugar de provocarlo, sólo desatará en él una carcajada. Usted le puede decir: “Mi amod, decuéstate ad dado mío” y le aseguro que él no lo hará, le sacará cualquier disculpa. Además, hay que reconocer que si en la vida cotidiana tiene voz sexy, de esa no quedará nada…así que es mejor esperar unos días a su recuperación para emprender la tarea de conquista o reconquista.
La lucidez mental también se pierde y esos sueños combinados con delirios por cuenta de la fiebre hacen que uno piense cosas que, en sus cinco sentidos, no pensaría. Así que también se corre el riesgo de hablar incoherencias. No sé si es por esa razón que ni los amigos se hacen presentes por esos días y sólo llaman a decir: “¿Qué estás tomando?” “Toma mucho líquido, come fruta y abrígate”. Gracias, pero les juro que nadie se atreve a visitarlo a uno, aunque a decir verdad uno no quiere ver nadie, pero esa sensación de rechazo tampoco ayuda a la recuperación.
Intento leer y no puedo, ver televisión y tampoco. Entonces, ¿qué hace uno encerrado en la casa? Nada porque todo molesta. Lo peor es tener que asistir a un evento público en ese estado porque, como lo dije anteriormente, aunque ‘el virus se vista de seda, virus se queda’. Las voces de los asistentes retumban en los oídos y el sonido de la música se vuelve insoportable. Además, poco o nada le importan a uno las historias del prójimo. La gripa lo vuelve a uno egocéntrico, pues uno sólo piensa en satisfacer sus necesidades básicas: tomar jugo, ir al baño y dormir. Lo demás, es lo de menos. Uno sólo habla con los demás para pedir que le traigan el ‘juguito’, el agua o para lamentarse.
Sinceramente, no logro comprender cómo logré escribir este post. Sólo sé que el sueño me está venciendo nuevamente y no soporto ni siquiera estar sentada en una silla, sino que mi cama me llama a gritos. Ya no soporto la luz del computador, ni mucho menos la del televisor, así que sólo miraré al infinito hasta quedarme dormida otra vez.
Sólo espero que mañana sea otro día y a ustedes les doy consejo de abuelita: “abríguense mucho, cuidado con el sereno y tomen vitamina c porque este invierno está haciendo de las suyas”. Eso sí, no se les olvide la sombrilla porque por cuenta de ese detalle, consecuencia del alzheimer precoz, es que estoy en estas condiciones.
@CamiNogales
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