“Hablando de mujeres y traiciones, se fueron consumiendo las botellas…”. Si yo no conociera esta canción, juraría que se trata de una dedicación de una mujer a otra. Pero bueno, no lo es y tengo claro que la canta Vicente Fernández y que, por lo general, en las serenatas de novios, prometidos o esposos, ellos se la dedican a sus novias, prometidas o esposas. Sin embargo, me voy a referir a algunas razones por las cuales creo que debería dedicarse entre pares del mismo género.
La fuente de inspiración para este post fueron las fotos de Facebook de mujeres comentadas por las mismas. Todas dicen “cómo estás de linda”, “te vez feliz, me alegra mucho por ti”…en fin, revisen y sólo hay piropos de mujeres para mujeres. Ninguna mujer le dirá a otra que se ve fea, ni le deseará nada malo…pero de frente, porque, a sus espaldas, ni se imagina.
No podemos negar que todas tenemos algo de brujas. Algunas veces una mujer le dice a otra que está bonita, justo cuando la ve fea, gorda y vieja. Pero, ¿para qué decirle? ¿No sería mejor quedarse callada? ¿Acaso en la Urbanidad de Carreño, aquel libro de antaño que leímos en el colegio, decía que era necesario, junto al saludo, exaltarle sus cualidades a las personas? Para nada, esta no es una norma de educación, ni de etiqueta, sino de maldad. Lo hacemos para reírnos un rato, en silencio, con nosotras mismas.
Eso mismo ocurre cuando vemos a una mujer que parece “vestida por el enemigo”, como decía una amiga de la Universidad. En vez de callar, preferimos decirle que está divina su pinta y le preguntamos dónde la compró; pero lo que ella no sabe es que, mientras reímos por dentro, juramos, no en vano, que jamás iremos a ese almacén.
El plan predilecto de nosotras es tomar café con amigas. En esos encuentros, el tema principal son los hombres, seguido del trabajo y la familia. Una vez terminamos de hablar sobre cada uno de ellos, comienza la rendición de cuentas de la vida de las amigas que tenemos en común, para hablar, especialmente, sobre sus desaciertos y desventuras. Aunque a veces se reconocen logros, las desgracias son más importantes para estas ocasiones. Y como todas llevamos una Annie de Acevedo adentro, le solucionaremos sus problemas, obviamente, en su ausencia.
Lo paradójico es que nos arreglemos más para un encuentro con ellas que con el hombre que nos quita el sueño. ¿La razón? Que él, al día siguiente, no se acuerda cuál era nuestra ropa, ni de qué color el pelo y mucho menos si estábamos peinadas o no. Mientras que una mujer no se perderá un solo detalle: el maquillaje, los zapatos, el peinado, el color de pelo y, obviamente, de su peso. Luego, cuando comente el encuentro, fungirá de asesora de imagen de cada una de las asistentes, destacando, principalmente, los defectos, a los que le tendrá solución porque ella también se cree Pilar Castaño.
“Amiguis, ami, mi Cami, gorda, gordita” son, entre otras, expresiones exclusivas de mujeres para mujeres. Ustedes nunca escucharán a un hombre, hablando con su mejor amigo: “Bueno mi Charlie, te mando un beso”. Casualmente, cuando escucho cada una de esas palabras me acuerdo de este dicho: “gente melosa, gente amargosa”.
Nuestras relaciones también están sujetas a la ciclotimia que nos caracteriza: de la risa podemos pasar al llanto y de la alegría a la histeria. No es un secreto que el temperamento de una mujer está al vaivén de las hormonas, así que tampoco hay que tomarse muy a pecho sus histerias, ni sus tristezas. El problema es que cuando se cruzan dos mujeres en igual estado de alteración hormonal, es mejor buscar escondederos de a peso.
Las relaciones laborales son difíciles, porque cuando una mujer tiene poder sobre otra, corre el riesgo de confundirla con la servidumbre y lo que empezó como una relación profesional, terminó como una de sometimiento o de rebelión, en caso de que la subalterna no aguante los caprichos de su jefe y renuncie. Y ni hablar de las relaciones entre suegra y nuera que se asemejan más a lo que ocurre en un ring de boxeo.
Una mujer difícilmente aceptará la belleza de otra. Si tiene buen cuerpo, dirá que es por cuenta de la liposucción; si se ve joven, que se hizo bótox; si tiene un buen trabajo, no se lo atribuirá a la inteligencia, sino a la suerte; si se consiguió un marido churro, dirá que es un perro, con el agravante de que la maltrata; si tiene hijos, que son unos maleducados…Siempre encontrarán un pero al éxito de cada una de ellas. ¿Acaso por qué creen ustedes que, en su mayoría, las críticas de reinados son las mujeres? Ahí les dejo la inquietud.
Por eso, si una mujer le dice que está joven, vaya mejor al dermatólogo que seguro ya tiene unas cuantas arrugas de más; si le dice que está flaca, empiece dieta ipso facto; o si le alaban su ropa, es hora de cambiar el clóset. Por eso, tener como amigo a un hombre es una ventaja porque será más transparente; nos dirá la verdad, de frente; y no nos quitará el novio, ni el marido, siempre y cuando su heterosexualidad esté comprobada.
Pero siempre nos hará falta con quién chismosear, hablar de lo divino y lo humano, de la última dieta, cremas para las arrugas, almacenes de ropa, moda, belleza, deportes, farándula, política, y desde una perspectiva totalmente femenina. Además, aunque por mi vida se han aparecido muchas brujas, también doy fe que he tenido las mejores amigas y esas son las que aún conservo.
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