A pesar de que llega la 'sejuela', siempre diremos que nos sentimos como de 15 y que nuestro espíritu siempre está joven, pero hay unas señales que nos indican 'cómo duele crecer' y que tenemos más pasado que futuro. Desde hace tres semanas, de las cuales 15 de los 21 días que las componen he estado enferma, me han hecho reflexionar sobre un tema, el cual siempre quise evadir pero, ante inminencia de su llegada, tuve que aceptar. No sé cómo empezar por este proceso tan doloroso de reconocimiento, pero como ustedes saben, en clase de biología, nos enseñaban que el hombre nace, crece, se reproduce y muere. De acuerdo con esta teoría científica, yo estaría en etapa de crecimiento; pero los biólogos, científicos o como se llamen, omitieron una fase de la vida a la que nunca queremos llegar: la ‘sejuela’. Me dio escalofrío de sólo revisar el primer párrafo o la verdad no sé si es producto de esta ‘maluquera’. Lo cierto es que la ‘sejuela’, que tan lejana veía en mi vida, llegó para quedarse. Sin embargo, no es esta gripa, en sí, la que me ha anunciado su llegada, sino que me acuerdo que ésta nunca me incapacitaba, ni me impedía irme de rumba hasta las 5:00 a.m. y tomarme unos cuantos ‘guaros’, que… ¿me bajaban o subían la fiebre?... la verdad no lo recuerdo, pero no es por el paso del tiempo, pues al día siguiente tampoco lo recordaba. Por lo general, amanecía enferma de otra cosa, pero no de gripa, lo que se solucionaba con la misma medicina de la noche anterior para equilibrar. Esto, lamentablemente, ya no ocurre. Primero porque mi cuerpo me impide levantarme de la cama y salir de la casa y, además, porque ya no salgo de noche y, si lo hago, no puedo ni oler el licor, y me le vuelo hasta a la mismísima Cenicienta. Les confieso que el sueño me vence y prefiero dormirme temprano para levantarme, ídem, a hacer ejercicio. A pesar de que sigo siendo deportista y me encanta ir al gimnasio, allí también he visto algún deterioro. Antes, me fumaba un paquete de cigarrillos, podía trasnochar y hacía, sin ningún problema, tres horas de aeróbicos de alto impacto. Ahora, si quiero hacerlo, tengo que acudir a prácticas ‘non sanctas’ como mi querido amigo, el ciclista italiano Franco Felizotti, ‘Rey de la Montaña’ del pasado Tour de Francia, suspendido por la Unión Ciclista Internacional, a causa de un ‘doping’. Lo bueno, sería que a nadie le importa si lo hago o no y, por lo tanto, no me sancionarían; lo malo es que, a la fija, me gano un infarto. Antes, la única energía que me importaba era la de la casa para prender el equipo y escuchar música, a todo volumen. Ahora vivo en el bioenergético canalizando mis energías para vivir saludable; y en el gimnasio, después de una hora de cardio, practico yoga, tshiatsu, pilates y stretching para mantener el balance energético y espiritual, y evitar la escoliosis, problemas de ciática y lumbares, entre otros. Como se podrán imaginar, la mayoría de mis compañeros de clase podrían, fácilmente, ser mis abuelos, con quienes hablo más a gusto que con personas de mi edad sobre enfermedades, política, las bondades del ejercicio y la buena alimentación. Ahora mi mejor amigo puede ser fácilmente un libro, así como el silencio y la tranquilidad de mi casa. Las reuniones familiares son el máximo ‘parche’: mi hermana, mi primo, mi hermosa y pequeña primita, mi mamá y mi tía son mis mejores amigos. ¿Si ven lo que estoy escribiendo? ¡Esto ya es la tapa! y, como lo dije al principio, la evidencia de que la ‘sejuela’ llegó para quedarse. |
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miércoles, 13 de julio de 2011
La 'sejuela'
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