Por: @CamiNogales
¿Quién dijo esa mentira tan grande? El que diga lo contrario, sólo recuerde los zancos que se puso Victoria Beckham para el matrimonio del príncipe William y atrévase a afirmar que esos zapatos eran los más cómodos. Sí…se veían divinos, no lo niego, pero súbase en una vaina de esas a ver qué tan cómodos son o si no pregúnteles a sus pies. Cuando llegué a este mundo, mi primera pinta fue diseñada y elaborada por mi propia bisabuelita.
¿Quién dijo esa mentira tan grande? El que diga lo contrario, sólo recuerde los zancos que se puso Victoria Beckham para el matrimonio del príncipe William y atrévase a afirmar que esos zapatos eran los más cómodos. Sí…se veían divinos, no lo niego, pero súbase en una vaina de esas a ver qué tan cómodos son o si no pregúnteles a sus pies. Cuando llegué a este mundo, mi primera pinta fue diseñada y elaborada por mi propia bisabuelita.
Aunque no estoy muy segura de que su concepto estuviera a la moda, lo cierto es que, para atraer la buena suerte, con mucho amor, me tejió saco, gorro, patines y mitones rojos. No lo recuerdo, pero me imagino a una pequeña réplica del Chapulín Colorado, un poco más colorada que él y llamando la atención de los demás recién nacidos. Supongo que esa pinta era ideal para que me llevaran a una corrida de toros.
Durante mi niñez, a diferencia de los niños de ahora, era poca la autonomía para escoger ropa y poca la creatividad de los papás para el mismo fin. Esa es la razón por la que, revisando un álbum de fotos, constaté que mi hermana y yo, la mayoría de veces, estábamos vestidas iguales. Compraban los mismos vestidos en diferentes tallas.
En ese entonces, las pintas, por lo general, eran minifalditas con media blanca de colegio, una camiseta y listo. Pero lo que más recuerdo es un vestido largo que lo usábamos para ocasiones especiales, era blanco con rojo, mientras que el de mi hermana era azul. Nos lo ponían el mismo día como para que el mundo supiera a gritos que éramos hermanas.
Entretanto, mi papá, que era algo mechudo en ese entonces, usaba una camisa ceñida al cuerpo y unos pantalones un poco más anchos. Mi mamá, con el pelo largo y las puntas hacia afuera, una falda semi larga pegada al cuerpo y un maquillaje parecido al de Morticia Adams.
Una vez crecí, la primera lobera la cometí a los 11 años, cuando me compraron la chaqueta impermeable azul de Menudo que no me quitaba ni para dormir. Pero luego fui imparable.
No entiendo por qué mis amigas y yo acudíamos al agua oxigenada para decolorarnos un mechón de pelo, en lugar de ir a la peluquería. Recuerdo que los cinturones de taches y los botines negros eran sinónimo de rebeldía y el exceso de maquillaje era una demostración de madurez. Las uñas pintadas de colores como el fucsia, verde o naranja fosforescente contribuían con este look. Lo peor de esa época eran los moños que se ponían en la cabeza, en los mismos colores fosforescentes, cual regalo no sé de qué.
Después vinieron los pantalones bota campana con bodies, prenda que, como se deduce, viene pegada al cuerpo y que, por obvias razones no a todo el mundo se le veía bien. Me atrevo a pensar que esas personas que los usaron, cuyos cuerpos se embutían en esa prenda de vestir, no tenían un espejo en su casa.
Aunque Bogotá se caracteriza por ser una ciudad fría, esto no fue ningún impedimento para usar esqueletos, sin nada encima. Estaba en la universidad y, a pesar del frío, la moda prevalecía y, la mayoría de mujeres, lucíamos los esqueletos. El accesorio de esta pinta era la piel de gallina por cuenta del helaje.
Con el paso de los años, los escotes, en cualquiera de sus formas han estado de moda. La condición para usarlos es ser más de 34 - B para poder exhibir los atributos, de verdad o de mentiras, eso es lo de menos. Lo peor de todo es que, la gran mayoría de mujeres, ahora se tomaron literal la expresión de “el que no exhibe, no vende” y por eso dejan poco a la imaginación.
También se usan las blusas largas y anchas, moda con la que las embarazadas se sienten a gusto porque, pese a su estado, están a la vanguardia. El problema es lo que ocurre con las que no lo están, pues no falta el imprudente que pregunta: “¿la señora está embarazada?” lo que, claramente, significa que esa pinta no le luce.
¿Es que quién ha dicho que la moda es para todos? Hay que saber lucirla o imponer un estilo. Es como una señora, crecidita ella, como de 56 años, que tiene unas hijas alrededor de los 28, y sale muy seguido en las sociales de El Tiempo, Caras, Jet Set y Cromos, entre otros. Estoy segura que compra su ropa en el mismo lugar en el que lo hacen sus hijas. Reconozco que esa señora fue hermosa cuando joven y es flaca, lo que no significa que le luzcan las minifaldas sin medias, sandalias de tacón y un esqueleto ceñido al cuerpo, lo que combina, fatalmente, con su pelo teñido y largo como virgen de pueblo.
Es imposible refutar que esta señora está a la moda…pero también es fácil reafirmar que, para ella, la moda sí incomoda. Aunque no crean la forma en que alguien se viste, dice mucho de sí mismo, y en este caso esas pintas gritan el temor de esta señora a envejecer.
Es como si le pidiéramos prestado a la Duquesa de Kent ese sombrero rosado que se puso para la fiesta del príncipe William y llegáramos a un evento social así. A mí se me parece más a un nido de pájaro, pero en Londres es sinónimo de elegancia y de hecho ella fue una de las que dio de qué hablar por ser una de las más elegantes de la boda.
Así que no se trata de ponerse lo que se está usando porque sí. Todo tiene una razón de ser por eso si no pueden vestirse solas, contraten una personal shopper, pero por favor no salgan disfrazadas a la calle y recuerden que, casi siempre, menos es más. Entretanto...agradezco que mi visabuelita ya no está acá para que no me mande al otro mundo con una pinta parecida con la que llegué.
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