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domingo, 24 de julio de 2011

El Jefe



Si hay un personaje impopular en todas las oficinas es el jefe. Es el ‘coco’ de los adultos, el que nos quita el sueño y el que, por lo general, nos hace sufrir y no por amor precisamente. La que más sufre las consecuencias de sus actos es su mamá que, independientemente de que viva o no, se convierte en la mujer más nombrada en ese lúgubre espacio de cuatro paredes, denominado ‘oficina’. 

Los hay de todas las clases, pero su denominador común es su complejo de superioridad frente al subordinado. Bueno, ni tan complejo de superioridad, porque dicha jerarquía se mide en el poder económico frente a sus subordinados y, además, en la licencia que tiene para mandar y como dice mi jefe “el jefe es jefe aunque mande mal” o, más bien,  “el que sabe sabe o si no es jefe”.

Porque aunque ellos se creen unos sabelotodos, lo cierto es que no lo son y, a veces, nosotros sabemos más que ellos. Pero atrévase a insinuárselo a ver qué le pasa, es mejor ‘no patear la lonchera’, claro que, para ser franco, es satisfactorio decirle cuántos pares son tres moscas y desafiar su autoridad. Es justo ponerlos en su sitio, pero no es la mejor de las ideas porque después el retador quedará en el lugar de los desempleados.

Se podría decir que todos son iguales, pero realmente creo que hay una gran diferencia entre hombres y mujeres. La primera que me tocó era muy querida hasta el día en que empezamos a trabajar. Entendí que el nombre de la novela “Otra en mí” no era un invento, sino que era basado en la realidad. También constaté que lo de la doble personalidad no es un cuento, pues una jefe pasa fácilmente de ser Doctor Jekill a Mister Hyde.  

La pesadilla comenzó cuando me prohibía hablar en público. Yo me preguntaba a mí misma: “¿cómo así es que mi palabra no vale?” Pues no y tampoco mi trabajo porque estaba haciendo prácticas. Lo peor ocurrió cuando me confundió con la servidumbre de su casa y como buena periodista tuve que planchar. Confieso que, hasta ese momento, nunca había cogido una plancha ni por curiosidad, motivo por el cual aún recuerdo esa tarde con terror.

Era un vestido largo de satín y cuando lo planchaba por un lado, se me arrugaba por el otro. Me acuerdo perfectamente que sudé como si hubiera hecho tres horas de  aeróbicos intentando plancharlo, hasta que una compañera se apiadó de mí y me ayudó. Cuando por fin terminamos, ese vestido ya no se necesitaba. ¿Se imaginan lo que se me pasó por la cabeza en ese momento? Lo mismo que pensó una colega el día en que la pusieron a hacer el mercado de su ‘querida’ jefe.

El problema de las mujeres es que su estado anímico está estrechamente ligado a sus desórdenes hormonales. Así que, a veces, simplemente porque sí amanecen peleando con el mundo y, lo grave del asunto, es que sus empleados forman parte de ese mundo, así que haga bien o mal las cosas la ‘vaciada’ será ineludible.

Sin embargo, en esos casos, los hombres llevan las de ganar cuando su jefe es mujer porque ellas no saben lo que es la solidaridad de género, sino que conocen a la perfección la insolidaridad de género. A un hombre le llaman la atención, mientras que a una mujer la gritan o, más bien, le pegan alaridos. A ellos los saludan cortésmente, mientras que a una mujer la ignoran y, si no lo hacen, es para llamarles la atención.  

Se creen asesoras de imagen y con la autoridad para decir cómo se deben vestir, peinar y maquillar sus empleadas. El estándar de imagen son ellas mismas así que si son lobas, guisas o decentes, uno tendrá que emularlas para evitar un disgusto de la susodicha.

Pero un jefe hombre tampoco es la utopía. Los hay cascarrabias con un hermoso y grande corazón que, de nada nos sirve, porque eso es lo que le descubrimos con el tiempo, pero no lo que experimentamos a diario. Su forma de demostrar autoridad es a los gritos y con cara de pocos amigos, bueno no sólo es la cara, por lo general y por cuenta de la impopularidad de la que hablaba al principio, tienen, valga la redundancia, pocos amigos.

Ellos sólo reconocen el buen trabajo, en ocasiones, es decir cuando se les da la gana, porque del resto sólo hacen énfasis en los errores cometidos por cuenta de nuestra naturaleza humana. A veces hay que hacer caso omiso de lo que dicen porque son un atentado constante contra la autoestima. Un jefe nunca resalta la inteligencia, sino la ignorancia; tampoco la belleza y mucho menos las capacidades.

Ni mandándolos a un taller de “Actitud Mental Positiva” con Jorge Duque Linares cambiarían de actitud, y mucho menos sabiendo que él es igual a todos. Por fuera de la oficina es el ser más encantador, pero dentro de ella  tiene “la actitud mental” para transformarse en todo lo contrario. 

Se supone que ellos tienen un genio más estable que las mujeres…mentiras ellos también tienen su fin de mes, lo malo es que es impredecible y está sujeto a algunas circunstancias: si es casado, a las peleas con su mujer; si es soltero, a la falta de favores recibidos de parte del género opuesto, y si tiene novia, a lo bien o mal atendido que lo tenga ella. Así las cosas, no importa si el trabajo está bien, regular o mal hecho, siempre lo verá igual a su estado de ánimo y ¿quiénes pagarán?…pues los de siempre, a quienes les hace creer que el sueldo recibido es producto de un favor y no del trabajo realizado.

También se las dan de profesores y aún creen que “la letra con sangre entra”. Esto ocurre, especialmente, cuando ellos son prehistóricos y aluden a la educación de antaño, pero así como la educación ha cambiado, la forma de ejercer la autoridad también. ¿A ver quién se atreve a decirlo? ¿Yo? No creeeoooo.

Si piensa que puede ser amigo de su jefe, olvídelo. Ni se le ocurra llamarlo un fin de semana para saludarlo porque fijo lo pone a trabajar. Si compra o tiene BlackBerry, no sea bruto, no le dé el PIN porque si no le contesta el mensaje del domingo al mediodía, fijo lo regaña el lunes. En fin...en vez de quejarnos tanto de los jefes, trabajemos para llegar a serlo y la madre para el empleado, que ese día, decida escribir un post en su Blog, inspirado en nuestro trabajo.



1 comentario:

  1. Muy cierta y dura realidad, y aguantarles también ser paño de lagrimas y lamentos y al segundo pasar a ser su peor enemigo!!! son un carrusel de emociones!!!!

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