No sé por qué todo el mundo da por sentado que, cuando uno se muere, se va al cielo. ¿Y el infierno? ¿No existe? ¿Quién me lo puede asegurar? Siempre que hablamos de alguno de nuestros seres queridos, fallecidos, decimos que están en el cielo.
¿Será que el hecho de ser cercanos a nosotros les garantiza la llegada al Paraíso? Y los pecados que cometieron, ¿dónde quedaron? Aún no hay claridad al respecto y, por esta razón, todavía no sé a dónde iré a parar, si al cielo o al infierno.
La primera vez que cometí un pecado fue el de la gula. Tenía cuatro años y me tragué, literalmente, un huevo duro entero, pero no me atoré, ni me pasó nada grave. Pero, el cúmulo de pecados similares, me llevó a pesar unos cuantos kilos demás. Después de llegar al punto máximo de la gordura, opté por comer saludable y hacer ejercicio. Lo que equivale a 10 Padres Nuestros y 8 Avemarías, así que yo creo que, por ese lado, me salvé.
La primera vez que dije una grosería, tenía como cinco años. Me subí a una banca, que estaba en la cocina, y grité: “¡Hijueputaaa! (sic)”. Pero eso no fue todo, me caí de la banca, me pegué durísimo, y llegó mi mamá a rematarme, por grosera. Con esos dos golpes, yo creo que ya quedé perdonada.
La primera vez que me emborraché, los abuelos de una amiga llamaron a mi mamá para que me recogiera. Ella llegó, me buscó en el baño y allí estaba yo, en el excusado. Cuando la ví, me paré, la abracé, me puse a llorar y le dije que la quería mucho. Yo creo que, con semejante muestra de amor, quedó superado.
Cuando estudié Comunicación Social en la Tadeo y la maestría en Administración Pública en la ESAP, me destaqué por ñoña. Es más, todavía quiero seguir estudiando…así quedaron resarcidos los cuatro colegios por los que pasé y el magíster, que hice, en primero de bachillerato.
La última vez que me confesé lo hice con el cura del barrio, hace unas cuantas décadas. A él le dije unas mentiritas piadosas. Me decía: "me imagino que no dice groserías", y yo le respondía “no, Padre, cómo se le ocurre”. Tampoco es grosera en su casa y yo lo miraba con mi carita angelical y le reiteraba que “no”. Así las cosas, la penitencia no fue nada del otro mundo. Lo malo es que, por este lado, sigo en deuda.
En mi adolescencia, me despertaba como a la 1:00 p.m. Una vez eran las 4:00 p.m. y yo seguía dormida. Mi mamá entró a mi cuarto y se me acercó para cerciorarse de que yo todavía respiraba...Tan de malas porque constató que ahí estaba yo, vivita y coleando. Ahora, me despierto a las 5:30 a.m. para hacer ejercicio y trabajar, con el fin de que me rinda el día. Así que el pecado capital de la pereza ya no lo estoy cometiendo. Por lo tanto, vamos 50 – 50.
Sobre la codicia y la envidia, tengo mis reservas. ¿Es que acaso no es humano soñar con una fortuna como la de Carlos Slim, de 53.500 millones de dólares? Si la envidia es un pecado, ¿entonces por qué existen en este mundo mujeres como Jennifer Aniston, con semejante cuerpo, ex esposa de Brad Pitt, una de las solteras más cotizadas y, además, talentosa actriz de Hollywood? Ah se me olvidaba, y vive en Malibú, pero no en el barrio que queda acá, junto a El Batán.
Algunas veces juré el nombre de Dios en vano, pero era para salvarme de alguna ‘vaciada’. Sin embargo, al hacerlo, hacía chulo con una mano lo que invalidaba dicho juramento. Así que estoy tranquila. Tampoco he dicho un falso testimonio, sólo mentiras piadosas ocasionales, como la tarea que se me quedó en la casa o la que se comió el perro, justo antes de salir a esperar la ruta. Alguna que otra enfermedad para no ir al colegio, o para que me recogieran del mismo.
No he podido amar a todos los prójimos como a mí misma. Pero es que uno no puede querer a todo el mundo que se le pasa por el frente y menos a unos cuantos petardos que se le aparecen en la vida. Yo sé que los humanos tenemos defectos, pero hay unos cuantos que abusan.
En ningún lado he leído que salir a rumbear y tomar trago sea pecado. No lo creo, porque, de hecho, hay que “santificar las fiestas”, y así lo hice siempre. Pero si fuera pecado, ya estaría tranquila, porque, desde hace varios años, ni salgo a rumbear, ni tomo. Así que ya estamos a paces, aunque esto sea, más bien, consecuencia de la sejuela. Hmm…pero si hay que “santificar las fiestas” y ahora no lo hago, ¿entonces a dónde iré a parar? Ahora sí me enredé y me preocupé.
No sé si desearle a una flaca que engorde, a un rico que se empobrezca, a un inteligente que se embrutezca, a un exitoso que fracase, o a un famoso el anonimato, sean deseos impuros. Si así lo son, estas reflexiones me permiten concluir que ya no hay nada que hacer: empiezo a empacar maletas para irme para allá abajo.
Lo único bueno, según dicen, es que hace calor, y como yo llego de Bogotá, el infierno será, para mí, el paraíso. Además, no descarto encontrarme con muchos de ustedes allá. Por favor, los que sigan vivos no les vayan a mentir a mis seres queridos con que yo me fui para el cielo, simplemente muéstrenles mi Blog y ellos lo entenderán porque el cielo no es para todos, ni hay cama pa tanta gente.
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